Repentinamente empezó a decirme cosas con la intención de que le pusiera atención, cosas como chistarme, burlarse a escondidas de mí y cuando me daba la vuelta y la veía ella y sus amigas se echaban a reír.
Un día aprovechando que estaba sola en cafetería me acerqué a su mesa y le pregunté por qué se reían de mí.
Me dijo que sus amigas se burlaban de ella porque no sabía como hablarme, me quedé callado y cuando ella empezaba a guardar sus cosas le vi unos recortes de revista donde salía Coldplay. Le sorprendió un poco el que me gustara ese grupo, hablamos de las canciones que más nos gustaban, conectamos ahí mismo.
Soy Gabriela -dijo-. Mucho gusto, soy Luis -le respondí.
Nos vimos un par de veces y nos saludábamos de vez en cuando desde lejos pero nunca tuve el valor de pedirle un teléfono o como mínimo un correo. En el fondo era una chica agradable, todo lo contrario a lo que aparentaba y es fecha que no recuerdo si le grabé un disco de Coldplay junto con las traducciones.
Vino la graduación y ya no supe de ella y hasta hace unos días no recordaba su nombre.
